Aprendí que la suma de dos y dos son cuatro, que hay que dar más de lo que se recibe. Que no hay que ilusionarse demasiado. Aprendí que el tiempo pasa, que las arrugas salen, y que la belleza no es lo más importante. Aprendí a no creer en las promesas, a confiar en casi nadie y a contar con los dedos de una mano a quien de verdad siempre estuvo a mi lado.